Artículo de opinión publicado en el blog (Des)igualdad de www.eldiario.es

Tardé más de una año en recibir la Renta Mínima de Inserción. Durante ese tiempo no pude pagar el alquiler… Al final acabé en la calle hasta que unos amigos me acogieron en el sofá de su casa”. Éste es el testimonio de Ana, una persona que ha vivido el sinhogarismo. Testimonios como el de Ana quieren denunciar que podemos no tener hogar, pero que sí tenemos derechos.

Las personas que estamos sin hogar también tenemos dignidad, somos visibles (aunque hay quien no quiera mirarnos y, menos aún, vernos), queremos oportunidades para mejorar nuestra vida. Y sí, las personas sin hogar tenemos derechos (los mismos que cualquier otro/a ciudadano/a) unos derechos que constantemente se ven vulnerados. Hablamos de una vulneración de los DERECHOS HUMANOS, así en mayúsculas, de desigualdad y de injusticia.

No podemos seguir hablando sólo en términos de exclusión social, tenemos que hablar de vulneración de Derechos Humanos para incluir la dimensión jurídica del asunto.  En el Estado Español hay 1,5 millones de personas sin hogar (según el informe de la Fundación Foessa) y no se actúa sobre las causas estructurales que llevan a tantas a personas a vivir una de las expresiones más duras de la exclusión social.

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