En los últimos años se ha vuelto frecuente que, cada cierto tiempo, aparezca una publicación con pretensiones de romantizar la pobreza, convirtiendo la falta de recursos en una “tendencia” y en una elección de vida. ¿La última? Una marca de moda que ha lanzado unas zapatillas rotas. Un artículo de lujo que cuesta más de 1.500 euros y que pone el foco en simular ser pobre, como si de una experiencia formidable se tratase.

Este tipo de publicaciones y artículos se han vuelto frecuentes en los últimos años y caen en el peligro de relativizar el no tener recursos suficientes. Ignora la dimensión, preocupación, desesperación que supone no tener para pagar facturas, alquiler, zapatos que no estén rotos o internet en el móvil. Una realidad llena de preocupaciones, que poco o nada tiene que ver con la dibujada en este tipo de publicaciones.

Ejemplos como el “friganismo: la última dieta hípster es coger comida de la basura” o “las ventajas del nesting: no salir de casa durante el fin de semana” por falta de recursos, son tan sólo dos muestras de lo que se puede llegar a leer en secciones como ‘Buena vida’ o ‘Tendencias’ de periódicos de tirada nacional. Un tipo de publicaciones que dulcifica la pobreza, como algo a lo que las clases pudientes deben acostumbrarse.

“El interés de los jóvenes en compartir piso” o “asaltar el alquiler: como vivir en un colegio mayor hasta los 40”, son dos ejemplos más sobre el verse obligado a compartir espacio con otras personas por no poderse permitir el vivir sólo. No se puede normalizar situaciones que están marcadas por una profunda precariedad, cuando nos estamos olvidando y dejando de lado que la vivienda es un derecho de todos.

El pobre no elige su condición. La pobreza no es exótica. No hay nada de tendencia en no poder costearte unos zapatos con los que vas enseñando los dedos, o no poder salir de casa –si es que la tienes- por falta de presupuesto. Además, la pobreza llena de preocupaciones al pobre, llevándole a situaciones de extrema desesperación. Sin entrar en que las personas pobres también son víctimas de delitos de odio por aporofobia.

Según datos que manejamos las organizaciones, vivir en la calle puede llegar a recortar entre 20 y 30 años de esperanza de vida. Las personas que llegan a este tipo de situaciones límite, previamente se vieron sin una red de apoyo social y sin recursos económicos, viéndose de la noche a la mañana durmiendo en la calle. Centrarse en las “ventajas” de no tener dinero, es un golpe a miles de realidades que no han tenido otras oportunidades en la vida.

No es de extrañar que, cada cierto tiempo, este tipo de artículos se vuelvan virales en redes sociales por la denuncia de algunos usuarios, así como por defender derechos que hemos tardado siglos en conquistar. Uno de esos artículos cuestionaba la necesidad de tener días de vacaciones anuales, en vez de denunciar la precariedad del mercado laboral. Insistimos: ser pobre no es una moda.

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