Ser LGTBI y tener VIH/SIDA en los ’80 era vivir en la calle, debido al fuerte estigma y los prejuicios sociales que eran predominantes en aquel momento. Un tema sobre el que reflexionamos desde la Asociación Realidades en un momento en el que ser LGTBI y pobre supone una mayor exposición a sufrir una múltiple discriminación en la actualidad, teniendo en cuenta que han aumentado en los últimos meses los delitos de odio relacionados con la LGTBIfobia y la aporofobia. Sin embargo, sigue existiendo una infradenuncia por parte de las víctimas que responde al miedo a represalias, por ejemplo.

Para reivindicar tu identidad hay que estar empoderado y haber ido cerrando aristas de tiempos pasados. Este es el caso de Luis Castilla, participante de la Asociación Realidades y un activista histórico LGTBI de “los primeros” que hubo en este país. Recuerda cómo fueron aquellos años para el colectivo y cómo vivió en primera persona las muertes de allegados con la llegada del VIH/SIDA a España.

Conoce muy bien lo que era ir a las primeras manifestaciones del movimiento a principios de los ’80 en las que “se pasaba más miedo que vergüenza”, relata. Era entonces cuando seguía vigente la denominada Ley de Vagos y Maleantes [vigente hasta finales de 1995 con algunas modificaciones] y que perseguía a homosexuales, personas sin hogar, mujeres trans o trabajadoras sexuales. Era entonces cuando se temía a las autoridades, al igual que a las bandas de ultraderecha que “salían a cazar a homosexuales por Chueca”, recuerda.

Era también el momento en el que la aparición del VIH/SIDA se cebó especialmente con el colectivo LGTBI, que arrastró a hombres homosexuales a situaciones de especial vulnerabilidad con el lastre fuerte de los prejuicios sociales y estigmas de la época. “El colectivo se vio aún más aislado, hacia la exclusión”, comenta Luis, recordando algunos amigos que fallecieron a causa de la enfermedad.

Entonces ser homosexual y haber contraído el VIH/SIDA era una múltiple discriminación que se saldaba con una estampida de familias que expulsaban a sus hijos a las calles. Los que tuvieron más suerte fueron aquellos que disponían de amistades que abrían las puertas de sus casas para dar acogida. Los más desafortunados vieron con la enfermedad y vivir en la calle los terminaba de apagar.

Con la llegada del “cáncer rosa”, término habitual que usaban los medios de comunicación entonces, muchos homosexuales se vieron obligados a sobrevivir en la calle, teniendo en cuenta que estar sin techo supone un recorte de esperanza de vida de hasta 30 años. “Recuerdo ver a muchísimos jóvenes homosexuales viviendo en la calle. Madrid estaba lleno”, concluye. Fueron, especialmente, las mujeres trans las más solidarias, al acoger a chicos sin hogar, cuando el miedo y el desconocimiento causaron que muchas personas dejaran de lado a sus amigos que habían contraído el VIH/SIDA.

“Ser homosexual, entonces, era sinónimo de que hubiese gente que no te quisiera ni tocar. Mi grupo de amistades, donde yo me incluyo, íbamos cada dos por tres a hospitales a visitar a conocidos y a amigos. Lo hacíamos con mucha frecuencia. Entonces sabías que no iban a salir del hospital y que les estaba llegando su final”, lamenta el activista. Además, eran habitual los despidos por haber contraído la enfermedad o por ser homosexual.

Sin hogar

Estar sin hogar no implica, necesariamente, dormir en la calle. Pueden darse muchos factores para estar sin hogar como, por ejemplo, habitar en una vivienda insegura con la amenaza de verte, de la noche a la mañana, en situación de calle, debido a que el sistema no garantizar un derecho reconocido en la Carta de los Derechos Humanos, como es el de la vivienda.

Ésta  es la situación en la que se encuentra actualmente Luis, que vive en una vivienda insegura de la que no sabe si tendrá la suerte de poder mantener. Sin embargo, explica que ya está buscando piso con otros compañeros de la Asociación Realidades que se encuentran en situaciones similares.

En la actualidad

Luis Castilla asistirá en los próximos días a algunos actos del Orgullo LGTBI que se celebra en Madrid para reivindicar que “todos somos iguales, tengas o no hogar”, e incidiendo en la necesidad de ejecutar un Plan Estatal de Prevención del Sinhogarismo; acabar con la burocracia tan exigente que existe para el colectivo y para que se garanticen los derechos humanos.

“Hay que actuar antes. No sirve de nada a que se active alguna ayuda o pequeña medida cuando alguien ya se ha quedado sin trabajo, porque entonces las probabilidades que hay de que esa personas acabe en la calle son muy altas”, concluye.

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